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EL TURISMO CONTINÚA SU LARGA CRISIS Y EL HORIZONTE NO ES PROMETEDOR

Después de 16 meses, los rasgos de la gestión turística son la caída del turismo interno, el aumento del

turismo emisivo y el derrumbe del turismo receptivo. La consecuencia es la generación de desempleo en el sector, cierre de empresas y una balanza comercial negativa pocas veces vista. Estos son los resultados de un modelo que no funciona.


Desde el inicio de la gestión de Javier Milei y el Secretario de Turismo Daniel Scioli, se consolida un descenso sin fin del turismo receptivo. La contracara de esto son catorce meses de crecimiento del turismo emisivo llegando al absurdo en mayo, donde se registró la salida de más del doble de argentinos del país que los turistas extranjeros que arribaron a Argentina. Estas son evidencias de un modelo que no encuentra techo a la salida de divisas, le mete presión extrema a la balanza comercial e impacta directamente en la sostenibilidad del sistema turístico.


Para poder visualizar esta dinámica preocupante que nos presenta la actualidad y mirar el mediano y

largo plazo desde una perspectiva más sistémica y menos anecdótica, evaluamos las variaciones

interanuales, también las tendencias cuatrimestrales comparativas para poder tener una mirada de

continuo y no una foto puntual antojadiza.



Tabla I. Turismo receptivo

Fuente: INDEC. Anexo estadístico. Cuadro 6. Pág.11


En dieciséis meses de gestión de la industria turística, observamos que los escasos números positivos del TURISMO RECEPTIVO, se reflejaron en los primeros tres meses del año 2024. Estos datos tienen su correlato en el impulso que dejó el posicionamiento de Argentina en el ámbito regional durante los años anteriores y su tipo de cambio. A su vez, debido a la modalidad que contempla el turismo receptivo de contratación de viajes con 90 días o más de anticipación, el resultado del primer trimestre es consecuencia de estas decisiones que los turistas aprovecharon del año 2023. Esto se expresa en los indicadores del mes de mayo. En el 2024, el arribo de pasajeros extranjeros cae 27,5% (2024 vs 2023 v.i.a.). Este mes de mayo, vuelve a caer un 10,1 % sobre la terrible baja del año anterior. A esta altura, ya no es una tendencia o el resultado de un mes puntual, al sostenerse la caída durante catorce meses. Es una realidad acuciante.


La contracara, no por eso auspiciosa, es el TURISMO EMISIVO, donde se repite el mismo escenario. Los números positivos del 2024 en los meses 1, 2 y 3 se explican por la parálisis de los primeros meses de la gestión Milei. Esto queda resuelto en abril y mayo, donde los pasajeros entienden el escenario y se cristaliza una apreciación cambiaria que resulta un tiro en la línea de flotación para el turismo interno. Este contexto enciende alarmas cuando se observa la curva de crecimiento sostenido y sin decaimiento desde el mes de abril de 2024 en adelante. En 2025, el tablero se pone en rojo cuando el primer cuatrimestre determina un atroz 68,4% más de argentinos saliendo a vacacionar al exterior.



Tabla II. Turismo emisivo

Fuente: INDEC. Anexo estadístico. Cuadro 7. Pág.12



En función de las recientes modificaciones en el esquema cambiario y frente a un modelo de inacción que se consolida en la gestión actual, la industria turística continúa enfrentando impactos negativos crecientes. Entre ellos, se destacan el preocupante déficit de turistas y el deterioro de la balanza comercial del sector, que dejan de ser riesgos potenciales para convertirse en una realidad concreta, con consecuencias severas para la sostenibilidad de la actividad.


Tal como se advirtió desde abril de 2024, Argentina ha registrado un déficit turístico sin precedentes, tanto en términos de volumen de personas como en ingreso de divisas. Esta situación responde, en gran medida, a una apreciación significativa - artificial o al menos cuestionable - del tipo de cambio real, que encarece al país en dólares y, simultáneamente, abarató los destinos internacionales para los residentes.


Tras 16 meses consecutivos de resultados negativos, este escenario ya no puede interpretarse como una coyuntura aislada, sino como el emergente de un modelo de gestión que desatiende a un sector estratégico. Es momento de asumir esta crisis como punto de inflexión, abrir el debate y avanzar hacia la construcción colectiva de un horizonte deseable, sostenible y federal para la industria turística argentina.


Está claro que modificar los parámetros del MULC (Mercado Único y Libre de Cambios) no resuelven el problema de fondo en la medición del déficit comercial turístico. Sin embargo, una reformulación bien diseñada podría aportar mejoras metodológicas de cara al futuro. Lo que no puede negarse es lo esencial: “el sol no se puede tapar con las manos”, y la realidad azota con fuerza al sector turístico.

Durante el primer cuatrimestre de 2025, los viajes al exterior por turismo emisivo crecieron un 68% mientras que el turismo receptivo - es decir, la llegada de extranjeros al país - cayó un 21,4%. La tendencia se mantuvo en mayo, con un aumento del 48% en el emisivo y una nueva caída del 10% en el receptivo. Esto refleja desequilibrio sostenido, tanto en el flujo turístico como en la balanza comercial del sector.


La contracción del consumo interno y la ausencia de incentivos al turismo nacional, base estructural del ecosistema turístico argentino, ha reducido drásticamente la demanda. Esto impide diluir costos fijos mediante volumen, lo que presiona al alza las tarifas en toda la cadena de valor. Así se explica por qué el sector turismo registra variaciones en el IPC consistentemente por encima del promedio general, y cómo Argentina ha terminado con las tarifas más altas de América del Sur.


Este fenómeno no es casual: es consecuencia directa del modelo económico vigente, que asfixia

a la industria. Un ejemplo claro fue el reciente cierre de restaurantes premiados por la prestigiosa Guía Michelin, síntoma claro de un sistema que pretende atraer turismo de lujo mientras deja

sin oxígeno a los actores reales que sostienen esa oferta. La brecha entre los discursos oficiales y la realidad del sector se amplía cada día más. Y el resultado es un modelo que, sencillamente, no cierra.


Está claro que la política de Cielos Abiertos no responde a un plan aerocomercial orientado al desarrollo local ni a la generación de conectividad estratégica para fortalecer la receptividad turística. Muy por el contrario, representa una abdicación del Estado en su rol promotor de una política comercial que dinamice el desarrollo territorial.


Hoy, un vuelo a Esquel desde Córdoba para la temporada invernal costará casi lo mismo que uno a Miami. Ese dato, lejos de ser anecdótico, ilustra la lógica del mercado desregulado: todo queda librado a la reacción espontánea de la oferta y la demanda, sin intervención para corregir asimetrías ni garantizar accesibilidad interna.


En ese marco, el crecimiento del cabotaje - celebrado superficialmente por algunos es directamente proporcional al aumento del turismo emisivo, potenciado por un tipo de cambio que contempla un valor relativo del peso desacoplado del dólar, que abarata los viajes al exterior y encarece el turismo interno. Los nuevos vuelos no fortalecen la conectividad entre regiones, sólo amplían rutas hacia destinos turísticos internacionales como Miami, Punta Cana o Brasil.


Cuando ese dólar favorable al emisivo deje de acompañar, no quedará nada. Ni conectividad, nI red, ni industria turística nacional que sostenga.


A este contexto se suma un ambiente de negocios desfavorable, caracterizado por una combinación compleja de presión impositiva nacional persistente y aumentos exponenciales en los costos operativos. Desde diciembre de 2023 a la fecha, no se ha eliminado ningún impuesto o tributo nacional que alivie la carga sobre el sector. Mientras tanto, los servicios -insumo clave en la estructura de costos del turismo- aumentaron en promedio más de un 450%, lo que erosiona la rentabilidad y pone en jaque la sustentabilidad del sistema turístico.


En paralelo, la inversión pública en infraestructura turística es prácticamente nula, el acompañamiento estatal en marketing y promoción es escaso e ineficiente, y el desfinanciamiento de las partidas presupuestarias del sector es la única constante. Sin un Estado que impulse la conectividad, la profesionalización y la promoción estratégica, la competitividad del destino Argentina se deteriora rápidamente.


Esto afecta no solo la performance en los mercados regionales -como demuestra la caída del turismo proveniente de Brasil (-18,2% en mayo)- sino también en los mercados de larga distancia, donde se registraron retrocesos en las llegadas desde Estados Unidos y Canadá (-7,7%), el resto de América (-12,5%) y Europa (-3,1) también en mayo.


El diagnóstico es claro: si este modelo se mantiene, con un combo distorsivo de dólar artificialmente depreciado y presión tributaria sin alivio, las asimetrías seguirán profundizándose. El resultado será más salida de divisas, saldos comerciales negativos y un sistema cada vez más excluyente. En este escenario es lógico que el único sector que refleje cierto nivel de expansión sea la intermediación comercial emisiva.


Para ponerlo en cifras: en abril de 2024, el saldo comercial fue de USD 1807 millones (aún con el gasoducto Néstor Kirchner operativo y sin sequía). En abril de 2025, ese saldo se redujo a apenas USD 204 millones. Es decir, una pérdida de USD 1603 millones en apenas un año.


Y si lo llevamos al turismo: solo en el primer trimestre del 2025, el déficit del sector alcanzó los USD 2750 millones (fuente: SINTA), lo que representa más del 10% del préstamo total solicitado al FMI en marzo.


¿Cómo se explica esta contradicción? Por un lado, se alienta un poder adquisitivo concentrado en sectores que importan bienes y productos y viajan al exterior, con niveles máximos históricos de consumo en dólares. Por otro lado, la mayoría de la población pierde capacidad de compra real, medida por la canasta básica y los índices de pobreza, con un retroceso de entre el 10 y el 15%. Resultado: caída del mercado interno, que es donde se sustenta el sistema turístico nacional.



Conclusión:

  • El programa actual del Gobierno usa el tipo de cambio como ancla, pero desacopla el salario en dólares del salario real -es decir, del bienestar-. Ese desacople no genera siquiera crecimiento, genera asimetría y concentración regresiva del ingreso y del acceso al ocio, al empleo y al desarrollo.


  • Sin un mercado interno fuerte como base de sustentación del entramado socio-productivo, el turismo como vector de desarrollo se muere.


  • Sin herramientas fiscales e impositivas que fomenten la rentabilidad y potencien oportunidades, la industria se contrae. Se pierden empleos y empresas.


  • Sin inversión en infraestructura y transporte pensada para el desarrollo local sostenible, el sistema se vuelve cada vez más concentrado.


  • Y si no promovemos al turismo como vector de desarrollo local, generador de empleo de calidad, motor del arraigo y mejora en la calidad de vida, lo que hoy vivimos será, simplemente, el preámbulo de un futuro con menos país y más desigualdad. Un modelo que transforma al turismo en mero intercambio comercial, útil solo para unos pocos, pero irrelevante para un proyecto de país con todos adentro.




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